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¿El cerebro solo aprende si hay emoción? Artículo original, Francisco Mora (doctor en Medicina y Neurociencia, catedrático de Fisiología en la Universidad Complutense de Madrid y profesor adscrito de Fisiología Molecular y Biofísica en la Universidad de Iowa, en Estados Unidos) 

El ser humano aprende bajo un esquema y para la ciencia, el proceso de aprendizaje puede ser explicado a través del método científico, por lo que se cuenta con amplia información sobre el mismo, pero ¿podrá explicarse de la misma forma el aprendizaje en el caso de los niños? En nuestro artículo de la semana vemos un poco más sobre el proceso de aprendizaje en los niños, descubriendo que el amor juega un papel más importante de lo que creíamos.

El estudiante aprende cuando se emociona

¿Cómo aprende el cerebro?

Aprender es un proceso que ya viene programado genéticamente en el cerebro de todos los organismos. Es la base de la supervivencia del individuo y de la especie, como lo puede ser comer, beber o la propia sexualidad. Aprender y memo-rizar en su esencia significa hacer asociaciones de eventos que producen cambios en las neuronas y sus contactos con otras neuronas en redes que se extienden a lo largo de muchas áreas del cerebro. Y, en su esencia, todos los cerebros usan los mismos mecanismos neurales de aprendizaje.

Y, en el caso concreto de un niño, ¿cómo aprende?

Un niño comienza a aprender desde el mismo momento del nacimiento, si no antes. Aprende en los primeros años a través de esos mecanismos básicos que son la imitación, la atención compartida y la empatía, como explico y pongo ejemplos en uno de mis últimos libros ‘Neuroeducación: sólo se puede aprender aquello que se ama’.

¿Qué papel juegan los padres y los docentes en la forma en que un niño aprende?

Un papel trascendente, sobre todo en el aprendizaje de va­lores y normas. Los padres, con su lenguaje, su conducta y, con ella, el respeto a ciertos valores y normas, moldean, cambian la estructura física y química del cerebro del niño de una forma casi definitiva y, por tanto, su futura conduc­ta. El maestro, definitivamente, colabora en ese proceso de manera esencial.

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